Cartas de suicidio: despedidas absolutas

abstenerse góticos y fans de Tim Burton

viernes, septiembre 22, 2006

carta de suicidio de un anatomista amateur

Los ojos son cosas extrañas, globos acuosos que nos permiten ver lo que tenemos a nuestro alrededor. Tú estás tranquilamente y repentinamente llega la luz y se refracta en un objeto, entonces ese malvado reflejo se introduce en tu ojo por la pupila, y dentro del ojo se hace lo que se tiene que hacer, se descompone todo en información. Dentro la luz se refleja en el cristalino rumbo a la retina, donde dos tipos de células captan la información, los conos la información de color y los bastones la información de forma, cuanto menor sea el grado de luminosidad menos funcionan los conos, por eso de noche vemos las cosas en blanco y negro, por eso en los días luminosos los colores sobrepasan al volumen. Así vemos, gracias aun juego de espejos sumergidos en líquidos. Una grotesca y enfermiza forma de ver tu hermosa sonrisa o como juega el viento en la hierba, pero en fin, así es todo lo orgánico, sólo hay que acercarse lo suficiente y todo será repulsivo, palpitante, viscoso y hermoso.
Hace dos días murió mi novia, murió en una farmacia comprando condones, a mis suegros les he dicho que fuimos a comprar aspirinas, no creo que eso cambie mucho, pero al menos no me lo tengo que plantear. Yo tengo veinticinco años, ella tenía veinticinco años, los dos fuimos a comprar condones y la mataron, no creo que los condones tengan nada que ver, sólo eran para realizar otro mecanismo biológico, con membranas, cuerpos cavernosos, terminaciones nerviosas y líquido preseminal, otra maravillosa obscenidad de la mecánica biológica.
Pues bien, entraron dos tipos en la farmacia, los dos con gafas de sol, sin ojos, como cadáveres. Uno amenazó a la dependienta con una navaja, el otro nos señaló a nosotros con un cuchillo de caza. El cazador se acercó con una sonrisa impávida en la cara, comenzó a deslizar el cuchillo por la piel de mi novia, arrancando células de su piel, primero dejando caminos blancos y desnudos y a medida que atravesaba la epidermis, la dermis y la hipodermis el blanco se teñía de rojo, la lengua del tipo repasaba las irregularidades de su dentadura mientras gotitas de hemoglobina manchaban el pantalón de ella y el suelo de la farmacéutica
Entonces no pude más y empujé a aquel tipo contra el mostrador, su compañero se limitó a sonreír mientras espoleaba a la farmacéutica para que le entregara el dinero. En una actitud machista pegué a mi chica contra la pared y me puse delante, aplastando mi físico contra el suyo, notando cada fibra y humedad de su piel sobre mi cuerpo. El ladrón se levantó y se dirigió hacia nosotros, me agarró del cuello y colocó el cuchillo sobre mi estómago, marcando surcos en mi camiseta, oleaje en el mar. Le di un rodillazo en la entrepierna, lo que le hizo apretar los dientes y aspirar aire por los orificios de su dentadura imperfecta. El no se quedó estático, aun agarrándome por el cuello me lanzó hacia un expositor de cremas. Mi novia chilló y le golpeó la cara, él respondió clavando su cuchillo en la parte izquierda de su abdomen y deslizándolo hacia la izquierda en un único movimiento. La farmacéutica gritó, el otro loco le golpeó en la cabeza dejándola inconsciente, cogió a su compañero por el cuello y ambos salieron corriendo por la puerta de la farmacia.
Me arrastré hacia ella, implorando algo que no recuerdo. Allí estaba, sonriéndome con miedo, con dos hilillos de sangre en la boca, como aquella vez que se disfrazó de vampiresa, con los iris nublados mirándome a mí, mirando el vacío. La abracé e irreflexivamente trate de introducir sus instentinos en su abdomen, eran metros de anguilas muertas, rojas y espesas, me resbalaban entre las manos, yo sabía que ella ya estaba muerta pero no quería creerlo, hundía mis manos en ella tratando de tocarle el alma, de despertarle el espíritu, hundí mis brazos hasta los codos, sus vísceras resbalaban por mis manos mientras yo buscaba esos malditos veintiún gramos que desaparecen al morir, tratando de retenerlos, pegarlos a mí, tratando de evitar su inevitable muerte.
Entonces vivo a mi mente una imagen, yo con seis años ayudaba a mi abuela, aguantaba una tripa de cerdo en la boquilla de una picadora manual de carne. Mi abuela introducía la carne y giraba la manivela, yo notaba como la tripa se iba hinchando de carne picada y sangre, la tripa se deslizaba lentamente entre mis manos, una sensación morbosamente tranquilizante. Ahora sostenía las tripas de mi novia, era la peor sensación posible, aquel recuerdo no ayudaba. La policía y una ambulancia no tardaron en llegar.
Bueno, supongo que ahora entenderá que encuentre esta carta al lado de mi cadáver, no podía vivir con ese recuerdo, las risas con mi abuela haciendo embutidos y mis manos en el interior de la persona que más amaba, a veces se confundían los recuerdos, soñé que era un niño y reía mientras limpiaba las tripas de mi novia para hacer embutidos con su carne, no podía vivir así.
Supongo que eres Luís, te he llamado hace unas horas y le he dejado la llave a una vecina. Quiero que me incineren, no dejar nada orgánico ni hermoso en este mundo. Perdona que lo haya dejado todo tan sucio.
Me despido ya, me llevo la imagen de ella grabada en la retina.
forma de suicidio recomendada: Exige valor y entereza: se abre el abdomen con un cuchillo, se introduce la mano rápidamente y con un movimiento certero se saca el corazón, lo observamos latir lentamente mientras morimos.

2 Comments:

At 3:26 a. m., Blogger Barto F. García said...

pero si Pascual Duarte es un personaje de Cela (un censurador durante la dictadura, Cela, no el personaje). Pascual es un ser vil que mata a su perra por placer de un tiro en la cabeza y a su burro lo mata a navajazos.

Gracias por tus palabras, me reconfortan y animan a seguir escribiendo.

 
At 3:31 a. m., Blogger Unknown said...

Es sórdido y mórbido a la vez.

 

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