Cartas de suicidio: despedidas absolutas

abstenerse góticos y fans de Tim Burton

jueves, junio 29, 2006

carta de suicidio de una pija

Hoy es uno de esos días que… no sé, me encuentro rara, como que no estoy del todo a gusto. Me he levantado con un poco de malestar en el cuello y la ducha matutina no ha sido todo lo reconfortante que debiera. Pero el colmo ha llegado cuando he tomado mi helado de media mañana, a mi helado descremado y bajo en grasas de vainilla de Sri Lanka con nueces salvajes de Madagascar le faltaban muchas nueces, me he sentido insultada.
Después mi madre está totalmente out, diciéndome que haga algo, pero por Dios, acabo de terminar los exámenes en la facultad y ahora necesito un poco de descanso, estoy totalmente agotada, al borde de un ataque de histeria, ella no comprende que mi verdadera pasión es la actuación, que sólo vivo actuando, que lo que me gusta es dar vida a personajes sin cuerpo, me gusta la fama, trabajar poco y ser famosa, pero ningún estúpido director de casting ha sabido ver mi potencial, le chupe la polla a uno y eso sólo me ha valido para hacer un feo catalogo de ropa deportiva. Le dije a mi madre que me dejara en paz y que después me comprará más helado, y si el helado vuelve a traer pocas nueces me da igual, porque total, cuando llegue mi madre ya estaré muerta.
Si, es que mira, la vida en la facultad es totalmente aburrida, me paso todo el día teniendo que explicarle cosas a la gente, que el naranja no pega con el rojo, que el pelo se peina de tal o cual forma, que la industria cinematográfica norteamericana está controlada por un lobby judío; después en casa las cosas no son demasiado mejor, mi madre todo el día dando la brasa y mi padre que sólo vive para que mi hermano sea un gran ciclista el día de mañana, un rollo total.
Y está misma mañana lo he visto claro, si mi vida me parece súper cutre, ¿por qué seguir con ella? Hombre ya, que estoy totalmente harta. Pero antes de tomarme todo los antidepresivos de mi madre quiero dejar unas cuantas cosas claras, que ya no tengo motivos para morderme la lengua. Creo que Cristina Aguilera es la mejor cantante del mundo, por mucho que se ría la idiota grunge que se sienta detrás de mí en clase, creo que el rojo pasión es un color de putas, y por último, creo que los gays son personas, aunque no digo con esto que me parezca bien el matrimonio gay, que una cosa es que Félix venga conmigo a comprarse ropa y charlemos de moda, y otra muy distinta que esté capacitado para formar una familia y ser responsable de menores. Pues eso, que el mundo se pierde a una diva, pero yo es que paso ya de ustedes y vuestras ralladuras de coco.

Un besito a todos.
Forma de suicidio recomendada: siempre, y digo siempre, sobredosis de pastillas (antidepresivos o similares)

martes, junio 27, 2006

Carta de suicidio de Melanie

Escribo esto cuando el orgasmo da los últimos coletazos por mi cuerpo. Estoy tan feliz que quiero morir, deseo morir. Si antes escribo esto es para dejar constancia que no me suicido porque esté deprimida o triste, mi vida no es un valle de rosas pero la se gobernar con un poco de mano izquierda, me suicido para determinar el último momento de mi vida, para decidir el punto final, y quiero que sea después de correrme.
No es que yo sea una obsesa sexual ni una ninfomanía, el sexo ni siquiera es el centro de mi vida, pero no creo que haya mejor sensación que los segundos siguientes a un orgasmo, con la piel aun cubierta de sudor y algún delicado espasmo en las piernas.
Ahora mismo no lo tengo decidido, pero cuando leáis está carta estaré felizmente muerta, supongo que será después de masturbarme, quiero hacerlo sola para que sea más intimo y no meter a nadie en problemas con la policía, además, si no llama a la policía seguramente me arroje envuelta en mantas a un pantano fangoso, y claro, si muero desnuda y extasiada no quiero terminar descuartizada y embarrada.
Aun no tengo claro como voy a matarme, no he pensado la forma exacta de pasar de estar tumbada con los pezones erizados a estar cadáver, pero ya se me ocurrirá. Lo que si sé es lo que voy a hacer justo antes de morir. Me tumbaré desnuda en la cama, respirare tranquila unos minutos y cuando me de cuenta estaré acariciándome el monte de Venus, sin prisas bajaré mi mano izquierda hasta mis labios y los arañaré delicadamente, mientras besaré los dedos de mi mano derecha, después recorreré todo mi torso con esa mano, deslizando los dedos húmedos por la saliva por mis pezones. Después mi mano izquierda abrirá mi vulva para que los dedos de mi otra mano jugueteen con su interior, para que recorran cada milímetro de mi secreto. Durante un rato juguetearé hasta llegar al clítoris, al cual primero mimaré lentamente, sin prisas, recorriendo cada porción de su superficie, perdiéndome en sus texturas. Al rato mis dedos comenzarán una frenética danza circular a través de mi alma, haciendo que mi mente se expanda y mi cuerpo sea recorrido por una electricidad azul. Cuando mi cuerpo denso se haya convertido en pócima prohibida mi mano izquierda dejará de arañarme los muslos y explorará mis interiores con el cuidado que un religioso cuida una reliquia. Aunque he de decir que lo que empezó como un solemne acto de candidez terminará en una vorágine de espasmos y lascivia, donde mis dedos escarbarán en mi carne en busca de algo tan puro que es maligno. Hasta que todo termine en un suspiro que vale por veinte vidas de monja.
Bueno, si lees esto es que estoy muerta, al lado tuyo, desnuda y tal, pero tranquilo (seas quién seas) estoy muerta pero tranquila, yo diría que incluso feliz.

Un beso a todos.



Forma de suicidio recomendada: Esta no se suicida, cuando “termine” y tenga que matarse seguro que no lo hace, se duerme placidamente…

sábado, junio 24, 2006

carta de suicidio de un zoofílico católico

Todo empezó por culpa del nuevo cura, al parecer no me supo explicar las cosas bien, yo pensaba que lo mío era algo normal que le pasaba a todo el mundo que tenía alguna mascota o animal de compañía.
Yo estaba preocupado por culpa de la masturbación, como era pecado yo no lo hacía, pero claro, de vez en cuando tenía poluciones nocturnas y dejaba el pijama y las sábanas hechas una mierda, y claro, yo quería solucionarlo por el gasto de detergente y eso. El anterior cura, el padre Nicolás, me dijo que me aguantara, que era pecado tocarse, vamos, básicamente me dijo que siguiera con mis coladas normales. Por eso cuando llegó el nuevo párroco fui a preguntarle, que lo mismo me decía lo mismo y me aguantaba o me daba una solución, pues bien, el padre Andrés, que así se llama, me dio unas directrices no del todo malas.
El padre Andrés dice que dios es amor y nos quiere, y que por tanto no nos iba a “putear” (él usó literalmente esta palabra), dándonos algo tan maravilloso como nuestros cuerpos y después decirnos que eran algo pecaminosos. Aunque eso sí, siempre respetando la doctrina de la Iglesia, como él decía “no os creáis que os estoy dando permiso para iros de putas, todo dentro del matrimonio”. Como lo mío era diferente, ya que yo no soy miembro de una díada, fui a hablar personalmente con él. Primero se rió de lo que me había dicho el padre Nicolás y después me dijo que no había nada malo en que un hombre “se calmara los ánimos de vez en cuando”, me dijo que incluso él tenía que hacerlo de vez en cuando a su pesar.
Esto me abrió un mundo nuevo, no es que me convirtiera en un enfermo, con masturbarme cada dos o tres semanas ya podía estar seguro de que no mancharía nada con mis fluidos. Aunque claro, todo se complicó, si no fuera así no estarías leyendo esto al lado de mi cadáver.
Una vez estaba yo “calmándome los ánimos” cuando mi perro, Sargento Gordon, entró en la habitación y comenzó a observarme, yo me puse nervioso y paré. Me quedé quieto con mi cosa aun agarrada, eso empezó a encogerse, yo notaba como los pellizcos de piel se iban soltando poco a poco de entre mis dedos, yo miraba el vacío. Hasta que el Sargento Gordon se acercó y comenzó a lamerme los testículos.
El resto no lo cuento porque ahora se que es malo, sólo decir que se convirtió en algo habitual para mí.
Como yo estaba algo intrigado lo hablé con mi amigo Luisito que es antropólogo, sin contárselo claro, sólo hablando del tema en general. Él me dijo que era algo muy normal en las culturas antiguas y que se sigue practicando en ambientes rurales, como era algo normal dejé de preocuparme y seguí con mis “prácticas”.
Hasta que un día se lo comenté como quien no quiere la cosa al padre Andrés y resulta que lo que yo hacía se llama “zoofilia” o “bestialismo” y es una de las mayores ofensas que se le puede hacer a Jesucristo. Yo ya no sabía que pensar, si fue él el primero en animarme a no manchar las sábanas y después mi amigo Luisito me dijo que no pasaba nada, que era algo normal, que la gente en los pueblos lo hace como si nada, y yo creo que hay poca gente más católica que los habitantes de los pueblos.
En fin, el padre Andrés me ha dicho que esto es pecado mortal, que da igual lo que haga, que el niño Jesús no me va a perdonar nunca. Y yo para vivir una vida de vergüenza y tal, pues para eso me suicido, que vale, que también voy al infierno pero al menos me ahorro que los feligreses me miren mal.

Pues eso, que adiós muy buenas, que mejor son los curas como el padre Nicolás que esos modernillos que primero te dicen que sí y después te lanzan a las llamas eternas.



Forma de suicidio recomendada: Si es por la faceta católica lo mejor morir emulando a algún santo, desde escaldarse a atarse a una columna y que te acribillen con flechas.

carta de suicidio de un otaku

Yo creía que todo estaba bien, que no necesitaba nada más allá de mi bandana de Naruto y mi pulsera de pinchos. Yo representaba algo, una estética, una ética, una nueva geometría que despreciaba mi sociedad materna, por carente de lógica y estúpida. Y encontré lo que buscaba en Japón, yo representaban a todos los pequeños pedacitos de ese mosaico que es el sol naciente.
Pero ahora estoy desengañado, me siento estafado. Nos han engañado a una generación entera y parece que sólo yo me doy cuenta, estoy harto de hablarlo con mis amigos, otakus como yo, pero me ignoran, dicen que me he dejado comer la cabeza, que me limito a repetir las gilipolleces que dicen sobre nosotros, que no hace falta nada, sólo necesitamos que nos traten como un grupo más y nos respeten. Pero no lo entienden, no somos un grupo más, en nuestra búsqueda de identidad hemos optado por lo más estúpido, simplemente hemos cambiado una cultura por otra, no hemos creado nada, no hemos destruido nada, somos idiotas con trajes de gomaespuma.
Somos la escala más baja. Nos tragamos mangas y animes unos detrás de otros, todos iguales, siempre las mismas caras, los mismos gestos, las mismas batallas estúpidas para salvar a un mundo plagado de adolescentes tímidos y oficinistas cuyas vidas se asientan sobre alguna parafilia.
Estoy harto de autoengañarme. Harto de un humor estúpido carente de cualquier doble lectura. Harto de personajes sexualmente ambiguos, cobardes incapaces de hablar de sentimientos pero sin problemas para oler bragas o fantasear con colegialas impúberes. Harto de una violencia sin sentido que no lleva a ninguna parte. Harto de que me guste una comida porque la cocina un tío con los ojos rayados. Harto de malditos cursillos de cultura y lengua japonesa. Mi cultura es una mierda, pero la suya no es mucho mejor.
Es tarde para cambiar, debido a mis veintitrés años y a mis nulos conocimientos de todo aquello que no haya salido de Japón. He abierto los ojos y veo el mundo desde una nueva perspectiva, todo es distinto, desde los volúmenes a las texturas, desde las relaciones interpersonales hasta mis soliloquios. Pero ya es tarde para saborearlo.

Espero que el cielo y el infierno no sea como los animes, quiero sexo, variedad y tranquilidad.



Forma de suicidio recomendada: el Harakiri estaría bien si se entiende su valor irónico. Si crees que tus amigos "ninjas" no lo van a entender ahórcate con un cartel que ponga "Moebius es lo que mola"

viernes, junio 16, 2006

carta de suicidio de un amigo gracioso

Hubiera deseado haber dicho menos veces “lo siento” y haber pensado más las cosas. Ya lo sabéis todo, no os voy a decir nada que no sepáis. A la mínima habría la boca y hacía una gracia irónica, todo os reíais, todos menos el que era blanco de mis dardos. No pasaba nada porque después hacia humor a costa de otro y al primer ofendido sólo le quedaba un poso de tristeza amarga.
Siempre fue así, y ahora lo pienso y creo que he traído más tristeza que felicidad a mis amigos, si es que aun tengo la cara dura de llamarlos así, jamás los merecí, y ellos sólo sabían como era yo realmente cuando les atacaba a ellos, era un gilipollas sin gracia.
Yo pensaba (me engañaba) que lo que hacía era quitarle hierro al asunto, y era lo que hacía, darles un comentario jocoso a los dañados colateralmente por la tragedia. Al principal, al tocado de lleno por la desgracia, le colocaba unos zapatos de hormigón y lo arrojaba al centro del lago de su dolor, a ellos no les quitaba hierro, les llenaba la garganta con plomo.
“Yo no soy tan malo”, pensaba de mí, después me daba cuenta de lo desnudo e hiriente de mi comportamiento, de mis sádicos comentarios, y pedía perdón; “mira, lo siento, te he clavado el recuerdo amargo en el cerebro, lo siento, he revuelto todas tus mierdas pero lo siento”, nunca un lo siento valió tan poco, nunca jamás fue más estúpido.
Todo era tan sencillo como callarme, como cerrar el pico y dejarlo estar, dejar de meter el dedo en la herida hurgando más y más en el dolor. Fui un sádico sin saberlo, pero mis amigos nunca fueron masoquistas. Fui un idiota.
Pero ya todo acabó, sabiendo que no puedo mantener la boca cerrada no voy a seguir puteando a la gente porque sí. Se acabaron los comentarios irónicos, se acabó el sarcasmo, se acabó aumentar y recordar el dolor a los que están a mí alrededor.

Lo siento, lo digo como si no dijera nada.



Forma de suicidio recomendada: Arrojarse desde un puente a un río con una gran piedra atada al cuerpo.

martes, junio 06, 2006

carta de suicidio de un despechado falsamente lúcido

Si ahora mismo tuviera una pistola me volaba la cabeza. No es coña. Azar del destino que mi padre no tiene un arma. Y estoy aquí sólo, pensando en cuan desgraciado soy porque una masa de carne y hueso dice que ya no me quiere, y yo, como un tonto, lo paso mal. ¿Qué me importa ella? No es ni más ni menos guapa ni lista que el resto, el placer de la fricción de mi pene en las paredes de una vagina lo puedo conseguir con otra mujer, entonces…
¿Por qué lo paso mal? Ella solo es una tía, no os engañéis, esto no va a terminar en “solo es una tía pero la quiero”, no, esto es lucidez pura. Cuando estás triste no hay un montón de sustancias afectándote al cerebro, ninguna glándula segrega nada, eres realmente lúcido y sabes que lo mejor es estar muerto. Porque ningún momento de felicidad compensa un momento de tristeza, el mejor orgasmo o la mejor puesta de sol no compensa lo que sientes cuando te abandonan, el mejor regalo no compensa las discusiones a gritos de tus padres o la muerte de tu abuelo, si, eras feliz en sus rodillas pero ahora él está muerto.
Por eso ahora mismo me volaba la cabeza, en los ojos ya solo me queda un ligero picor y ya no me tiembla el pulso, estoy lúcido. Ni mi hipotálamo ni mis testículos segregan nada que me haga desvariar, mi mente destilada observa, no al mundo, a la vida y la comprende, sabe que es miseria y desolación, sé que todo es una gula insaciable, que cuando estamos falsamente felices algo lo joderá y toda esa felicidad no valdrá una mierda. Algunos me dirán que me equivoco, que soy un pesimista, no es eso, simplemente no soy capaz de autoengañarme.

Atentamente:
Un hombre cuerdo y muerto



Forma de suicidio recomendada: ingesta desmesurada de fármacos, aunque lo más probable es que no se suicide, si es joven posiblemente se haga gótico y diga "la vida es una puta mierda" mientras los colegas responden "si tío, ojala estuviéramos muertos"

sábado, junio 03, 2006

Carta de suicidio de una estrella del rock

Acabo de tener la revelación más maravillosa. Me acabo de despertar y a mi lado hay una mujer que no conozco, esta tía me importa una mierda, pero me ama, no, no me ama, me adora de una forma religiosa, el hecho de que yo me la follara, el hecho de que se prestara a todos mis caprichos es lo mejor que le ha pasado en la vida, no puedo ser más poderoso.
Ahora lo comprendo, he alcanzado lo máximo que puede alcanzar un ser humano, gente que no conozco moriría por mí, mataría por mí. Gente a la que desconozco, a la que podría destruir sin esfuerzo mientras mi manager va por cocaína, me odia y aborrece con toda su alma, son hormigas odiando a un Dios. Mi sola mención los inunda de bilis, se encolerizan mientras yo, que no tengo ni puta idea de quienes son, me follo a sus hermanas.
En este punto ya no me queda nada por hacer, me volaré la cabeza en lo más alto, moriré sabiendo que soy el rey del mundo, mientras tanto, insulsas hormiguitas llorarán mi muerte, algunas porque me echan de menos y otras por no poder haberme matado personalmente.
A los que me amasteis, yo nunca os amé, solo os utilice como recipiente para mis fluidos. A los que me odiasteis, yo jamás os odié, solo me limité a disfrutar mi vida, a hacer lo que me daba la gana mientras limpiaba el barro de mis botas con vuestras quejas.
Soy mejor que vosotros, y muero ahora para consagrarme en el Olimpo sin correr el riesgo de convertirme en uno de vosotros. Ambos morimos, yo ahora para ser siempre recordado, tú algún día para permanecer olvidado.

Soy un Dios.



Forma de suicidio recomendada: sobredosis o volarse la cabeza

jueves, junio 01, 2006

Carta de suicidio de un hombre que quería las cosas más simples

Algunas veces el máximo no es suficiente. Yo soy feliz leyendo y durmiendo la siesta, pero al parecer el mundo no lo entiende y me obliga a pagar una hipoteca y un coche, odio los coches, para ir a un insulso y repetitivo trabajo, ¿A quién se le ocurrió la gran idea?, “trabaja para ganar dinero”, idioteces.
Pero ya me da igual, estoy tan estresado por el trabajo que ya ni me puedo concentrar al leer, ¿Lo entienden?, el trabajo, ese anexo de la vida para obtener dinero, me jode el resto de mi vida, me fastidia lo que más me gusta.
Entonces… ¿Por qué seguir? Si dejo de trabajar no tengo recursos para vivir, pero si sigo trabajando mi vida seguirá colapsada por ese “anexo”. Ante esta paradoja no sabía que hacer, pero ya lo decidí, dejar de jugar.
Me voy a quitar la vida, así no tendré que volver a preocuparme por las letras del coche ni por mis estúpidos vecinos de arriba. No todo será bueno, pero lo malo lo combato con egoísmo. Mi familia se pondrá muy triste, mi madre lo pasará bastante mal, supongo que mis amigos igual, incluso la señora que me vende el pan me añorará. Pero yo estaré muerto y no me enteraré de nada, estaré en una eterna suspensión sensorial, estaré apagado.
Bueno, solo quería dejar constancia de todo esto para que se sepa que no me suicido por depresión, solo porque no le veo sentido a la dinámica de mi vida. Familia y amigos, no lo paséis mal; jefe, no has conseguido putearme la vida.
Me termino el libro que estoy leyendo y me mato

Un beso a todos.



Forma de suicidio recomendada: Intoxicación con monóxido de carbono.